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romovemos las manifestaciones artísticas que cuestionan el arte cultural, el arte tradicional, el arte académico o profesionalizado. Reivindicamos el arte que no se subordina a la cultura, que no ha sido asesinado por la ilustración.

Cuando el arte se subordina a la visión y a la imagen se deja abusar por la cultura. La cultura maltrata al arte porque lo reduce a ser su ilustración. Pasamos a padecer la existencia de un arte cultural (Justo Pastor Mellado).

Aspiro a un arte que esté conectado directamente con nuestra vida corriente... que pertenezca a nuestra existencia real y sea la emanación inmediata de nuestros verdaderos humores (Jean Dubuffet).

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El arte se volvió –hace ya mucho tiempo– mercancía destinada al consumo privado que, como tal, circula en un mercado de élites regulado las más de las veces, por una crítica no siempre comprometida con la calidad de la obra sino con intereses mercantiles. Para entrar a ese mercado, para incursionar en las ligas de los grandes o pequeños galeristas, hay que nacer en ese mundo, pertenecer a él, actuar conforme a sus estándares, pensar según sus códigos o tener alma de lagarto ... (Fernando Oramas, 2004).

El Arte Marginal es un concepto que engloba toda clase de obras artísticas de carácter espontáneo y fuertemente imaginativo, sin la contaminación de modelos establecidos, elaborado por personas sin formación académica y ajenas a los valores artísticos tradicionales, generalmente considerados al margen de la sociedad (Alejandro Gamero, 2012).

El arte marginal se sigue contemplando como una expresión artística genuina, no adulterada por la presión de la cultura y de la enseñanza formalista. Precisamente por estar desposeídas de cualquier artificio técnico, sus manifestaciones se consideran un reflejo inmediato del alma de sus creadores, un paradigma de autenticidad. Se trata de obras en las que se condensa lo esencial de la personalidad del creador, lo que en tantas ocasiones supone un reflejo de las particulares, y muchas veces difíciles, condiciones vitales de estas personas, cuando no una transcripción formal de sus obsesiones (Inés Ortega, 2013).